sábado, 17 de diciembre de 2011

Un baño frecuente

Me voy a bañar. Justo cuando voy a entrar a la bañadera me doy cuenta de que me olvidé algo. Corro en paños menores hasta mi habitación y si tengo suerte encuentro el calzoncillo que me faltaba. Abro la ducha, comienzo a mojarme el pelo y me pongo el shampoo. Es ahí cuando nuevamente me doy cuenta de que me falta algo, el jabón. Comienzo a los gritos pelados pidiendo un jabón (situación que se puede repetir con el papel higiénico) si escuchar respuesta. Muchas veces esto pasa por el ruido de la ducha, pero en este caso es porque no hay nadie escuchándome. 
  Salgo desnudo en busca de un jabón con el cual poder bañarme, corriendo descalzo y mojado tratando de utilizar solo los arcos exteriores del pie para no ensuciarmelos tanto y apurándome para no desperdiciar tanta agua. Espío para que no me vea nadie, aunque en verdad me tiene sin cuidado encontrarme con alguien en esta situación.
  Vuelvo al baño con un jabón entre las manos, ¡Qué linda sensación que me produce el agua calentita!

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