miércoles, 18 de junio de 2014

Un examen cualquiera

   Cuando uno está dispuesto a realizar un examen o parcial ya sea en el colegio o en la facultad hay ciertas situaciones que se repiten con gran periodicidad.

   En primer lugar, en los momentos antes del examen, mientras se espera que el profesor entre al aula, hay distintas posturas que asumen los alumnos. Por un lado tenemos a quienes desesperados leen, gritan, se desesperan y se dan cuenta de que todavía tienen conceptos incompletos. Por otro lado están los que también se "desesperan" y gritan diciendo que no saben nada cuando ellos, y especialmente todos los demás, saben que su examen tendrá una nota superior a 9. A su vez, están quienes acomodan sus machetes, chequean la cartuchera, le ponen nombre a las hojas y se quedan tranquilos. Y por último, mis preferidos, esos que se quedan sentados en el banco, viendo el descontrol que impera en el aula, sabiendo que ya están jugados, hayan o no estudiado saben que les quedan muchos exámenes como esos y que no vale la pena angustiarse.

   Una vez que entra el profesor al aula reina el silencio en el salón. Algunos aprovechan para leer un último concepto antes de guardar su cuaderno en la mochila, otros, simplemente esbozan un comentario de aliento a sus compañeros y respiran profundo.Al entregar o dictar el examen, las sensaciones pueden variar. Así como uno puede ir escuchando o leyendo las preguntas e ir relajándose ya que piensa que las sabe, también puede que la desesperación crezca al no entender las consignas y hasta veces ni saber de que quieren decir los términos utilizados.Comienza el examen, a los pocos minutos se entregan algunos con la cabeza baja, sin haber escrito casi nada. Pasa el tiempo y hay un vacío de entregas. Quién cree haber terminado se asusta al ver que su compañera de al lado sigue escribiendo a toda máquina y no le apetece ser uno de los primeros en entregar el parcial. Faltando unos 15 minutos para que termine el tiempo de evaluación arranca la ola de entregas. Algunos olvidaron escribir sus nombres o firmar las hojas y regresan a sus asientos. Otros miran su examen, saben que les falta algo, se miran la mano. Observan la ventana como esperando una inspiración divina que casi nunca llega. Es ahí cuando el profesor comienza la cuenta regresiva y amenaza con irse sin recibir parciales.De a poco todos entregan, algunos más satisfechos que otros.
   
   El examen ha terminado, y sea el resultado que sea, una suerte de alivio llena el corazón de cada alumno, ya puede retirarse. 

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